Discurso del cardenal Walter Kasper en Comillas
Discurso del cardenal Walter Kasper. Presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. 30 de marzo de 2004. al recibir el título de Doctor Honoris Causa, en la universidad de Comillas tomado de la Revista “Vida nueva. Nº 2.420 mes de abril de este año
Situación actual de la teologia ecumenica.
En una situación en la que el termino globalización caracteriza nuestra condición en toda su ambigüedad, el ecumenismo se convierte en una respuesta a los signos de los tiempos. Gracias a los medios de comunicación y de transporte; las personas están más cerca unas de otras, las naciones y los pueblos están relacionados entre sí, de forma mucho más estrecha, y como suele decirse, están lo quieran o no, en el mismo barco; el ecumenismo es una de las prioridades de la acción pastoral de la Iglesia Católica, y en especial del actual Papa.
A lo largo de las últimas décadas, se ha avanzado mucho en este sentido; los cristianos separados ya no se consideran extranjeros los unos con respecto a los otros, ni están en competición entre si, ni son enemigos; se consideran hermanos y hermanas; han suplido la antigua falta de comprensión; han eliminado en gran medida las incomprensiones, los prejuicios y las indiferencias, rezan juntos, dan juntos testimonio de su fe común, trabajan juntos, y con mucha confianza en muchos ámbitos. Los cristianos han experimentado que “lo que les une es mucho más grande que lo que les divide”. Hace tan sólo medio siglo, un cambio de este signo resultaba difícil de concebir; el hecho de desear el regreso a aquella época, demostraría que no hemos entendido nada del espíritu de los tiempos, ni del Espíritu Santo. Fue el Espíritu Santo, quien nos recordó que Jesús quiso una sola Iglesia, y que en la víspera de su muerte, rezo para que todos sean uno( Jn 17. 21)
Aún asi, tras la fase del movimiento ecuménico sucesivo al concilio VII, y caracterizada por cierta euforia, a lo largo de la última decada, hemos experimentado signos de cansancio, decepción y estancamiento. Hay quienes incluso hablan ya de una crisis o de un invierno ecuménico.
Esta situación es en cierta medida indicio y prueba del éxito del movimiento ecuménico. A medida que los cristianos de diversas Iglesias y comunidades se acercan más los unos a los otros más van percibiendo las diferencias que todavía existen y las dificultades transitorias a las que se enfrentan para superarlas, y más sufren por no poder participar todavía del único banquete del Señor. Por ello la frustración también puede entenderse en sentido positivo.
Pero tenemos que preguntarnos. ¿por qué razón ahora el movimiento ecuménico avanza más despacio?
Las respuestas pueden ser múltiples. Me limitare a recordar una de las razones que nos sitúan en el centro mismo de la cuestión...
Los interrogantes actuales sobre la identidad; incluso en un mundo caracterizado por la globalización; muchos se preguntan. ¿Quienes somos?, ¿Quien soy yo?. Nadie quiere acabar absorbido por un conjunto anónimo, y sin rostro. La cuestión de la identidad se plantea en los individuos, así como en las culturas en los grupos étnicos y en las religiones; se plantea finalmente dentro de las Iglesias cristianas, donde una comprensión equivocada del ecumenismo, ha conducido en ocasiones al relativismo y a la indiferencia.
Dicho malentendido, y el ecumenismo salvaje que del mismo ha surgido, ha creado logicos titubeos con respecto al dialogo ecumenico y, en ocasiones, ha conducido incluso a actitudes fundamentalistas. Sin embargo entendida de forma correcta, la cuestión de la identidad resulta fundamental y constitutiva para la persona humana, para la Iglesia y también para el dialogo ecuménico. Sólo unas personas con una identidad definida; pueden emprender un dialogo, sin miedo a perder en ello su identidad. Por lo tanto, a lo largo de los últimos años, han vuelto a surgir cuestiones relacionadas con los fundamentos teólogicos y eclesiales, de un sano diálogo y de un sano ecumenismo. Por este motivo antes de pasar a analizar la situación ecuménica concreta, quisiera apuntar algunos aspectos del debate actual acerca del fundamento teólogico y eclesiológico del ecumenismo.
La declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe "Dominus Iesus" actualiza la cuestión de la identidad, y recuerda algunos de los fundamentales principios católicos del ecumenismo. Interpretado de forma correcta, el contenido de la declaración se situa en su esencia, en la linéa del CVII. Sin embargo, el estilo del documento, altamente abstracto, y conciso ha dado lugar a dudas acerca del compromiso ecuménico de la Iglesia Católica. Muchos han quedado decepcionados, heridos y ofendidos, por el tono y el estilo del texto. Lo que mayor ofensa ha causado ha sido la siguiente frase del documento: "Las comunidades eclesiales que no han conservado el episcopado válido, y la genuina e integra substancia del misterio eucaristico no son Iglesia en sentido propio". Sin duda hubiera sido posible formular esta afirmación de forma menos hiriente; por otra parte toda persona bien informada, sabe que las Comunidades protestantes, no quieren ser Iglesia; en el sentido en que la Iglesia Católica se entiende a si misma.
La irritación que la D.I. puede haber provocado no justifica, sin embargo una actitud de resignación. Las referencias a las innegables diversidades que todavía existen no significan el final del diálogo, sino que representan por el contrario un desafio a profundizar en el mismo. Tampoco se puede afirmar que el documento entre en contradición con el espirítu ecuménicco sólo puede comprenderse en espirítu de amor y verdad. La honradez es el primero de los presupuestos del dialogo. Por lo tanto el documento no representa un cambio radical en la actitud de la Iglesia Católica, ni en su compromiso irreversible con el movimiento ecuménico.
La afirmación de la LG. Según la cual la Iglesia de Jesucristo, subsiste plenamente y unicamente en la Iglesia Católica, no excluye que incluso fuera, de las estructuras visibles de esta última existan no sólo cristianos concreto, sino también elementos eclesiales que, como dones propios de la Iglesia de Cristo. Inducen hacia la Unidad católica; en otras palabras como afirma la Enciclica de Juan Pablo II "Et unum sint" "Fuera de la comunidad católica no existe el vacío eclesial". Tanto el CVII como la propia Enciclica reconocen que el Espirítu Santo, obra en las demás Iglesias y Comunidades eclesiales. En concreto se reconoce a las Iglesias orientales, como Iglesias particulares e Iglesias hermanas. Por consiguiente no existe la idea de una arrogante reivindicación de un monopolio de la salvación.
Además, el Concilio es consciente de los pecados de los miembros de su propia Iglesia, y de las estrucuturas de pecado que existen en el interior de la misma Iglesia; así como de la necesidad de reformar el rostro de esta última. La Iglesia es una Iglesia peregrinante, una Eclessia semper purificanda" que debe orientarse constantemente hacia la penitencia y la renovación. También la Iglesia Católica esta herida, por las divisiones de la crisntandad, sus heridas residen también en la imposibilidad de realizar de forma concreta y plena su propia catolicidad en el ambito de una situación de división. Varios de los aspectos constitutivos de ser Iglesia, se realizan mejor en las demás Iglesias. Por lo tanto el ecumenismo, no es un camino de sentido único, sino un proceso de aprendizaje mutuo, es decir, según afirma la Enciclica "ET UNUM SINT" un intercambio de dones. La forma de llevarlo a cabo no consiste, pues, en una simple vuelta de los demás al redil de la Iglesia Católica.
En el ámbito del movimiento ecuménico, la cuestión no es sólo la conversión de los demás, sino la conversión de todos a Jesucristo. La conversiòn empieza siempre desde nosotros mismos. También nosotros los católicos, tenemos que estar dispuestos ahacer un examen de conciencia así como a la autocritica y al arrepentimiento. Cuanod nos acercamos más a Jesucristo. en el nos acercamos más los unos a los otros. No se trata pues de debates sobre política eclesial, ni de acuerdos tampoco se trata de una especie de unión, sino de un camino que, partiendo de una comunión que ya existe, pero que todavía es imperfecta, va hacia la comunión plena; de un crecimiento espiritual en la fe y en el amor; de un mutuo intercambio espiritual y de un muto enriquecimiento. La oikoumene es un proceso espiritual en el que no se persigue una vuelta sino un camino hacia adelante. Dicha unidad, es en definitiva un don del Espirítu de Dios y de su guía. Por consiguiente la okkoumene no es una cuestión meramente académica o simplemente diplomatica tiene su alma y su corazón en el ecumenismo espiritual.
Es precisamente este aspecto del ecumenismo espiritual lo que nuestro Pontificio Consejo para la Promociòn de la Unidad de los Cristianos. Quiere resaltar en adelante; en efecto, sin esta alma, el ecumenismo se convierte en un activismo sin alma, o en una cuestión academica, de la que la mayoria de los fieles queda excluida, incapaces de comprender la transcendencia del diálogo ecuménico, éstos se alejan del mismo, se vuelven indiferentes o lo rechazan, así no se produce en el cuerpo de la Iglesia una verdadera recepción de los resultados. Al mismo tiempo tenemos que ampliar el dialogo ecuménico y profundizar en él. en otras palabras podemos ampliar el diálo ecuménico, sólo profundizando en él mismo. Podemos superaer la presente crisis sólo a nivel espiritual.
El Ecumenismo con las Iglesias orientales
Tras estas consideraciones acerca de los fundamentos y del eje de la teología ecuménica, quisiera ahora fijar la atención en la situación ecuménica concreta. En este sentido no podemos limitarnos a las relaciones católicos - protestantes, en la eukumene, tenemos que superar una "unilateral teología ecuménica, orientada hacia Occidente y extenderla a las Iglesias Orientales.
Además las Iglesias ortodoxas, las Iglesias orientalels incluyen a las antiguas Iglesias de Oriente que se separaron de la que fue la Iglesia imperial de los siglos Iv y V (Coptos, Sirios, Armenios, Etiopes, y Malabares). Nosotros los occidentales tenemos la sensación de que estas Iglesias seán arcaicas, se trata, sin embargo, de Iglesias vivas, profundamente arraigadas en las vidas de sus respectivos pueblos y culturas. Asociandose al movimiento ecuménico han podido superar su continuo aislamiento, y ser así reintegradas en el conjunto de la cristiandad.
Las razones que subyacen a su separación además de los motivos políticos,se sitúan en el marco de debate acerca de la cuestión Cristólogica. Mientras que el Concilio de Calcedonia(451) declaro que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre en unidad de persona, es decir una persona en dos naturalezas, dichas Iglesias se adhirieron a la formula de Cirilo de Alejandria, según la cual la única naturaleza divina se encarnó. Trás una intensa actividad preparatoria que supuso una investigación histórica acerca de los dogmas, y unos debates conducidos por medio de la Fundación "Pro Oriente" de Viena, dicha controversia ha sido solucionada recientemente con las declaraciones del Papa y de los patriarcas respectivos. Se ha reconocido que, al hablar de una persona y dos naturalezas, el punto de partida era una diferente concepción filosófica de la persona y de la naturaleza, pero con un mismo significado en lo que se refería al contenido mismo. Esta manera de entender ha permito mantener la fe común en Jesucristo,sin imponer al otro la propia formula respectiva. El resutado final ha sidola unidad en la diversidad de las formas de expresión.
Mientras tanto, tamibén hemos empezado una segunda fase de diálogo con las antiguas Iglesias de Oriente juntas. Hemos pasado de los problemas Cristólogicos al tema de la Iglesia como Comunión. Esperamso que puedan darse otros pasos concretos y que en un futuro sea posible llegar a la plena comunión.
Con las Iglesias Ortodoxas de tradición bizantina y eslava todavía no se ha alcanzado un acuerdo análogo al anterior. De todos modos las excomuniones del año 1054 fecha que se ha convertido en el simbolo de la separación entre Oriente y Occidente han sido ya borradas de "la conciencia de la Iglesia" En el último día del Concilio VII( 7 de diciembre de 1965). El año 1054, es sin duda una fecha símbolica. El Oriente y el Occidente habían acogido de forma diferenciada el Mensaje del Evangelio y habían desarrollado diferentes tradiciones, diferentes formas de cultura y de mentalidad. A pesar de dichas diferencias todos vivían dentro de una Única Iglesia. Pero, ya a lo largo del primer milenio, Oriente y Occidente habían tenido una evolución diferente, con el resultado de que se entendían cada vez menos. Dicho extrañamiento fue la verdadera causa de la separación que se produjo en el segundo milenio
Hoy en día también, en cada encuentro con las Iglesias ortodoxas, podemos comprobar que somos muy cercanos los unos a los otros en la fe, y en la vida sacramental, pero tenemos dificultades para entendernos a nivel de cultura y de mentalidad.
En Oriente, nos encontramos frente a una cultura altamente desarrollada, que, sin embargo no ha experimentado ni la separación que se ha producido en Occidente entre Iglesia y Estado, ni la moderna Ilustración, una cultura marcada sobre todo por un periódo de entre 50 y 60 años de opresión comunista. Trás los cambios que se han producido a finales del siglo pasado, estas Iglesias son por primera vez libres, libres de los emperadores bizantinos, libres de los otomanos, libres de los zares, y libres del totalitarismo comunista; pero se enfrentan a un mundo completamente transformado, en el que en primer lugar tienen que encontrar su camino. Todo esto necesita tiempo y requiere paciencia.
Los tres documentos elaborados entre 1983 y 1993; por la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, en su conjunto muestra una profunda comuniòn en la forma de entender la fe, la Iglesia y los sacramentos, sobre todo la Eucaristía.
En esta linéa, se ha vuelto a establecer con las Iglesias hermanas, tanto las Ortodoxas, como las Antiguas Iglesias de Oriente, importantes elementos de la antigua comunión eclesial, como por ejemplo; el intercambio de visitas y un regular intercambio de mensajes entre el Papa y los patriarcas, contactos frecuentes entre las Iglesias locales y a nivel de monasterios. Este último resulta muy importante, para las Iglesias orientales caracterizadas por una fuerte connotación monastica.
La única cuestión teológica seriamente debatida entre nosotros y la Iglesia Ortodoxa a partir de la introdución del Filioque en el Credo( introdución, que a nuestro modo de ver, refleja una posición más complementaria que contradictoria) es la cuestión del primado romanos. seguún han afirmado a menudo el Papa Pablo VI y el Papa Juan Pablo II, dicha cuestión representa el mayor obstaculo para los cristianos no católicos.
Desde esta perspectiva el Papa Juan Pablo II, en su Enciclica, UT Unum sint (1995) ha invitado a iniciar un diálogo fraterno acerca del futuro ejercicio del Primado. ¡Se trata de un gesto bastante revolucionario para un Papa!. Eso ha tenido una amplia resonancia. el Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos ha recogido las reaciones a las exhortaciones del Santo Padre y ha envíado una sintesis de las mismas a todas las Iglesias y comunidades eclesiales interesadas. Como era lógico esperar, esta primera fase no ha desembocado en un consenso; parecen, sin embargo, haberse instaúrado una nueva atmosfera, un nuevo interés y una nueva apertura. Esperamos ahora emprender una segunda fase de diálogo. En el mes de mayo del 2003, El Pontificio Consejo convocó un simposio teológico sobre el ministerio petrino en el que participaron teológos de las principales Iglesias Ortodoxas, evidentemente, el simposio no ha delineado una solución, pero se han registrado prometedoras aperturas, por una y otra parte. Por consiguiente, se ha expresado el acuerdo para continuar este tipo de diálogo a nivel académico.
Desafortunadamente, tras los cambios politicos que se han producido enla Europa Central y Oriental durante los años 1989 -1990, lasl relaciones con las Iglesias ortodoxas, se han vuelto más díficiles. En Ucrania y en Rumania. Las Iglesias orientales, unidas a Roma, que habían sido violentamente oprimidas y perseguidaas por los régimenes comunistas, han salido de las catacumbas y han vuelto a la vida pública. Algunas antiguas hostilidades acerca del "proselitismo y el llamado uniatismo" han vuelto a surgir haciendo el dálogo más dificil y en ocasiones polémico. En la última sesión plenaria de la Comisión Mixta Intarnacional para el díalogo teológico que tuvo lugar en Baltimor, en el año 2000, por desgracia no fue posible avanzar en lo que se refiere al espinoso problema del uniatismo. Además, después de dicho encuentro no ha sido, posible convocar una ulterior reunión de la Comisión. Han surgido plemas y dificultades sobre todo con la Iglesia ortodoxa rusa mayoritaria, La Iglesia ortodoxa rusa, tras la transformación en dioscesis de las cuatro administraciones apostolicas presentes en la Federación Rusa.
Esto no significa, sin embargo, que el diálogo haya entretanto llegado a un punto muerto. Mediante visitas personales y contactos fraternos, es decir, mediante el llamado "diálogo de la caridad" hemos logrado mejorar las relaciones bilaterales con las Iglesias Ortodoxas de Rumania, Serbia, y Bulgaria. Se ha realizaedo un intercambio de delegaciones a alto nivel. En concreto, tras la histórica visita del Papa Juan Pablo II a Atenas en el año 2001, las relaciones con la Iglesia ortodoxa de Grecia, que habían sido haste ese momento bastante frias, se volvieron más cordiales y se desarrollaron hasta el punto de realizar una coalboración más intensa. Un paso más en ese sentido se dio con la visita a Atenas de una delegación de la Santa Sede y una visita a Roma de una delegación del Santo Sinodo de la Iglesia Ortodoxa de Grecia, un intercambio que hubiera sido del todo inimaginable ha tan sólo dos años. Nuestras relaciones con Moscu muestran claros signos de distensión y de mejora. Tengo la sensacion de que mientras tanto hemos logrado volver a empezar olvidando el pasado.
El principal problema teológico que nos enfrenta actualmente hacer referencia a nuestra común y diferente comprension de la comunión (Koinomia). En este tema tocamos el eje mismo de nuestra diferencia; por una parte el ministerio petrino y una concepcion universalista de la Iglesia y, por otra la concepción de la autocefalia de las Iglesias nacionales. Para superar esta divergencia, es necesario por parte nuestra llegar a una re- interpretacion y a una re-recepción del VI que salvaguerde el don del ministerio petrino, para la unidad y la libertad de la Iglesia, manteniendo al mismo tiempo la tradición oriental del las Iglesias sui iuris con su propia tradición teológica, espiritual y canónica, sin caer en la trampa de Iglesias nacionales autocéfalas, a las que incluso los mismos téologos ortodoxos consideran como una debilitación de la Ortodoxia actual. El antiguo problema de la unidad y de la légitima diversidad requiere una nueva solución. Aunque en el futuro nos enfrentemos a dificultades y problemas, tengo la impresiòn de que nos entramos al principio de una nueva y prometedora etapa.
EL ECUMENISMO CON LAS IGLESIAS DE TRADICIÓN DE LA REFORMA
Estoy convencido de que la mejora de nuestras relaciones ecuménicas con las Iglesias orientales es fundamental para la superacion de divisiones dentro de la cristiandad occidental. de hecho, desde su separación de Oriente, la cristiandad latina se ha desarrolado de forma unilagerial; o por así deciro, ha respirado con un sólo pulmón y se ha empobrecido. Diccho emprobrecimiento ha sido, entre otras, una de las causas de la grave crisis atravesada por la Iglesia en la tarda Edad Media, que condujo a la trágica división del siglo XVI.
Las consideraciones expuestas a continuación se limitan al diálogo con los Luteranos, que al igual que el diálogo con la Comunión anglicana, es el más desarrolado. A lolargo de las últimas decadas s ehan realizado muchos avances con la Federación Luterana Mundial a nivel internacional, regional y local. Tras una considerable investigación preparatoria, en 1999 se firmo solemnemente la Declaración conjutan sobre la doctrina de la justificación.
Según afirmó con acierto el Papa, se trató de una piedra miliar, de un importante paso adelante, que sin embargo todavía no nos ha conducio al final del camino, siguen existiendo en efecto ulteriores cuestiones sin resolver. No obstante las Iglesias no tienen que alcanzar punto por punto un acuerdo sobre todas las cuestiones teológicas controvertidas. Si existe un acuerdo substancial, no todos los tipos de diferencias son esencialmente "divisivas" algunas de ellas pueden ser entendidas como complementarias más que contradictorias. En este sentido es suficiente un acuerdo diferenciado, una diversidad, una diversidad reconciliada o como se quiera llamar.
Situación actual de la teología ecuménica.
Algunos teólogos, especialmente entre los protestantes, han manifestado publicamente su decepción, frenta a la Declaración conjunta, ellos no han tenido en cuenta, sus consecuencias eclesiales concretas, a mi juicio, además de que en la Declaración conjunta se afirma muy claramente que la misma no pretende solucionar cuestiones eclesiológicas, dicha crítica es injustificada, la declaración conjunta ha suscitado una nueva y más profunda dimensión e intensidad en las relaciones con nuestros hermanos luteranos, una dimensión que no tenemos con las demás denominaciones protestantes. En definitiva esto nos permite dar al mundo un testimonio común sobre la esencia misma del Evangelio; Jesucristo y su significado salvifico, y esto no es poca cosa, para nuestro mundo secularizado.
El " núcleo interior" que permanece actualmente esta constituido por la cuestión de la Iglesia y por la cuestión del ministerio relacionada con la cuestión de la Iglesia. Dicho tema esta incluído en el programa del diálogo, en el sentido de la Reforma, "la Iglesia es creatura verbi, se comprende principalmente a través de la proclamación de la Palabra, y de la respuesta en la fe, es una asamblea de creyentes en la que el Evangelio se predica en su pureza, y los sacramentos se suministran según el Evangelio, por lo tanto, el centro de gravedad ya no reside en la Iglesia, sino en la comunidad, que constituye el punto central de referencia de las instituciones básicas y de lasl estructuras mentales reformistas". Por esta razón, la estructura de las Iglesias de la Tradición de la Reforma, no es episcopal sino comunitaria- sinodaly presbiterial; teológicamente el episcopado es un ejercicio pastoral con la función de guía eclesial, un modo de entender que es incluso más marcado en las Iglesias reformadas con respecto a las luteranas.
En cualquier caso, a lo largo de las dos últimas décadas se ha producido cierto cambio. El documento de Lima, sobre Bautismo, Eucaristía y Ministerio de 1982: en el que la sucesión apostólica en el episcopado se considera; “ un signo aunque no una garantía, de la continuidad y de la unidad de la Iglesia” ha supuesto un avance. Contemporáneamente en el marco de su diálogo con las Iglesias anglicanas, que representan a nivel ecuménico una importante posición intermedia, las Iglesias luteranas escandinavas y las de EE.UU. han estudiado la cuestión del episcopado histórico. Las Iglesias luteranas de la Europa continental de la Comunidad de Leunberg tienen una actitud diferente para ambas, el orden episcopal y sinodal presbiteral son legítimos dentro de una pluralidad de organizaciones y estructuras eclesiales.
Nos encontramos, por tanto, frente a dos enfoques diferentes por una parte, un enfoque episcopal orientado universalmente y mayormente inspirado en la antigua tradición eclesial de los anglicanos y de algunas Iglesias luteranas; y por otra parte un enfoque presbiteral mayormente centrado en la comunidad local. En el trasfondo de estas dos aproximaciones es posible identifica diferentes interpretaciones de la intención real de la Reforma. Los Reformadores ¿pretendían renovar la Iglesia universal de su época manteniendo una continuidad con su estructura fundamental, tal, y como sugiere la Confesión de Ausburgo de 1530, o el desarrollo de un nuevo tipo y paradigma de Iglesia, era una consecuencia de su intención primaria? ¿ Se trataba de un consenso fundamental o según muchos afirman hoy en día de una fundamental diferencia?
Recibimos en la actualidad diversas señales por parte de nuestros hermanos, y no, nos resulta fácil distinguir en términos eclesiológicos. La dirección hacia la cual estas se orientan, Siegue siendo necesaria una aclaración de las cuestiones eclesiológicas, especialmente acerca del ministerio ordenado, tanto a nivel ecuménico como dentro del mismo mundo protestante. Dicha cuestión esta siendo examinada por la Comisión mixta internacional con los luteranos. También la Comisión Fe y Constitución ha iniciado un proceso de consulta acerca de la Naturaleza y la Finalidad de la Iglesia y esperamos que el estudio pueda progresar ulteriormente sobre la base del Documento de Lima sobre Bautismo, Eucaristía, y Ministerio (1982)
Por desgracia, mientras que nos estamos comprometiendo para superar estas y otras diferencias tradicionales, se dan actualmente otros problemas en el campo ético, ámbito en el que se registraba anteriormente un consenso general. No se trata sólo de la ordenación de las mujeres que Lutero rechazaba categóricamente. Hoy en día el mundo protestante y anglicano está profundamente dividido sobre la cuestión de problemas éticos que se debaten en nuestra cultura occidental; el aborto, la homosexualidad, la eutanasia y otros. Todo esto genera una nueva divergencia, que hace más difícil, y en ocasiones incluso imposible ofrecer aquel testimonio común que el mundo tanto necesita.
Con respecto a la cuestión del ministerio eclesial y a la ética, existe una preocupación común a toda la teología reformada; la libertad religiosa. El famoso tratado de Lutero de 1502, una de sus principales publicaciones sobre la Libertad Cristiana, adquiere una importancia nueva, Lutero ha sido a menudo entendido, pero aún más a menudo malentendido, como liberador del yugo del papado, y de todas las constrincciones institucionales, y por lo tanto como pionero de la libertad, según su significado moderno.(liberal). Por esta razón en lo que se refiere al diálogo con las Iglesias de tradición reformada, tras la aclaración sobre la Doctrina de la Justificación, las cuestiones que siguen abiertas son aquellas relacionadas con la eclesiologia. Pero la solución de las cuestiones eclesiológicas tiene que situarse en el más amplio contexto de cómo éstas se relacionan con nuestra cultura moderna y postmoderna, y de cómo hay que entender la libertad cristiana, comparada con la libertad liberal de Occidente.
La PNEUMATOLOGÍA COMO PROBLEMA FUNDAMENTAL
Se objeta a menudo lo siguiente. ¿Es posible que sólo a causa de la cuestión del ministerio eclesial (sacerdocio, episcopado, ministerio petrino) tengamos que estar separados y no podamos participar juntos en el Banquete del Señor? ¡Y, sin embargo es precisamente así!, .Algunos teólogos de las Iglesias ortodoxas y de la tradición de la Reforma hacen hincapié en el hecho de que con respecto a la cuestión del ministerio está surgiendo una diferencia más marcada. Podremos progresar en el diálogo ecuménico sólo si logramos definir dicha diferencia de una forma más precisa y no con la intención de consolidar la diversidad, sino para ser capaces de superarla mejor.
Para algunos filósofos ortodoxos, la diferencia fundamental hace referencia al tema del Filioque, es decir, la añadidura latina al Credo niceno-constantinopolitano de la Iglesia antigua. A primera vista, una tesis de este tipo parece extravagante. Pero, según estos teólogos, el Filioque tiene consecuencias concretas en el modo de entender la Iglesia. Ellos consideran que el Filioque vincula por completo la eficacia del Espíritu Santo a la persona y a la obra de Jesucristo, y no deja espacio para la libertad del Espíritu; el Filioque, por así decirlo, vincularía completamente el Espíritu Santo a las instituciones establecidas por Cristo. De acuerdo con dicha interpretación, eso constituiría la raíz de la sumisión católica del carisma a la institución, de la libertad del individuo a la autoridad de la Iglesia, de lo profético a lo jurídico, del misticismo a la escolástica, del ministerio común al ministerio jerárquico, y finalmente la sumisión de la colegialidad episcopal al primado romano. Un enfoque similar del cristomonismo unilateral no esta justificado si consideramos la tradición católica en su conjunto, pero encontramos en él un significativo núcleo de verdad si consideramos la eclesiología de la postreforma, la cual en efecto a menudo es también una jerarcología.
En el ámbito protestante a menudo encontramos los mismos argumentos basados en premisas diferentes. Las Iglesias de la Reforma pertenecen indudablemente a la tradición latina, y, por lo general aceptan el Filioque, en contra de los entusiastas, estas afirman enérgicamente que el Espíritu es el Espíritu de Jesucristo y que está vinculado a la Palabra y al Sacramento. Pero para ellas también es cuestión de soberanía de la palabra de Dios en la Iglesia y por encima de la Iglesia, entendida como rechazo de un modo, jurídico – institucional de considerarla; por lo tanto ellos proclaman, la libertad cristiana, como libertad frente a la mediación de la Iglesia, mediante las indulgencias y el sistema sacerdotal – sacramental en su conjunto, esta libertad cristiana, que es un tema tan querido por los Reformadores corresponde a la libertad de Dios y de su Espíritu.
El desarrollo en el ámbito de la Reforma de los movimientos revitalistas y pietistas y de las “ free churches” (iglesias libres), con su énfasis en la libertad del Espíritu que constituye, en parte una reacción a las Iglesias protestantes muy precozmente institucionalizadas y establecidas, tiene en cierta medida una cierta lógica histórica interna en las fundamentales decisiones de los reformadores. Tras los varios movimientos de los revival y las Iglesias libres clásicas(Adventistas, Discípulos de Cristo), asistimos hoy en día a la aparición de fuertes movimientos carismáticos y pentecostales, que se están difundiendo rápidamente a escala mundial, mientras que las Iglesias protestantes clásicas disminuyen en el mundo entero, por lo tanto la cuestión ecuménica esta cambiando de forma dramática.
Los Pentecostales no siempre son fáciles compañeros de dialogo. Algunos de ellos son muy agresivos y proselitistas, éstos provocan graves problemas a la Iglesia Católica sobre todo en América Latina. Con otros hemos conseguido desarrollar un dialogo positivo y fundado en la confianza. Ellos profesan con firmeza su fe trinitaria y cristólogica y sus convicciones éticas, en una palabra son cristianos serios, pero les falta una eclesiología desarrollada una eclesiología universal, que transcienda las respectivas comunidades locales. El diálogo con estas comunidades y las cuestiones que ellas planteen tendrán gran importancia para el futuro del diálogo ecuménico.
También el Concilio VII ha generado un nuevo florecimiento de la dimensión carismática de la Iglesia. El Concilio no habla sólo del efecto del Espíritu por medio de los Obispos, sino también sobre todo del “ sensus dideum” de todos los creyentes del Espíritu que conduce a la verdad sólo mediante el trámite de toda la vida de la Iglesia. No se trata, por lo tanto, de una relación de sentido único de arriba abajo, de los obispos a los sacerdotes, es decir, de una relación, fieles, sacerdotes, obispos, sino más bien una relación mutua, edificada sobre la hermandad y la hermandad.
Una consecuencia practica de todo esto ha sido el movimiento carismático, mediante el cual el movimiento pentecostal, se ha abierto camino dentro de la Iglesia Católica. Es decir en cierto modo se puede incluso hablar de una “pentescostalización” de la Iglesia Católica en muchas parroquias y congregaciones reconocible por la forma en que se celebra la liturgia. De todos modos en contraposición con el movimiento pentecostal fuera del catolicismo, el movimiento carismático católico permanece dentro de la estructura sacramental e institucional de la Iglesia por lo tanto, éste puede ejercer un efecto regenerador sobre la misma.
Un enfoque pneumatológico de este tipo puede ser integrado con facilidad en una renovada eclesiología de comunión, que a lo largo de las últimas decadas se ha convertido cada vez más en el término clave de los documentos ecuménicos de diálogo. Su ida central y fundamental es la participación de todos los creyentes, por medio de la acción del Espíritu Santo, en la vida del Dios trinitario(1Jn 1,3) El Espíritu Santo derrama sus dones con gran variedad. ( 1Cor. 12) Esto implica muchas cuestiones de eclesiología, incluida la relación del sacerdocio común de todos los bautizados con el sacerdocio jerárquico, como también la relación del primado con las estructuras sinodales o conciliares dentro de la Iglesia; las relaciones entre obispos y sacerdotes y diáconos y entre los pastores y el conjunto del pueblo de Dios, pero un enfoque de este tipo también abre muchas posibilidades de solución para estos problemas de manera menos estática y más dinámica.
La participación común en la vida del Dios trinitario indica que la Iglesia está edificada a imagen de la Santa Trinidad. La doctrina de la Trinidad en su esencia es el corolario de la afirmación contenida en la primera carta de Juan “Dios es amor”( 1Jn. 4, 8-16). Dios es, en sí, pura relación de amor; sobre todo el Espíritu Santo es el amor hecho persona. De todo esto deriva una ontología relacional que es fundamental para una renovada eclesiología de commmunio . Esta puede comprender el ser sólo como ser en términos de relación como el hecho de concederse mutuamente un espacio, y como9 el hecho de habilitarse para las relaciones mutuas. De ello se origina una espiritualidad de communio, sin la cual cualquier debate acerca de las estructuras de comunión sería vacio y sin alma.
Por tanto, la libertad donada por el Espíritu Santo no es una libertad individualista, sino una libertad en común, para los demás y con los demás; la libertad cristiana está esencialmente vinculada a la responsabilidad, y halla su cumplimiento en un amor desinteresado y en el servicio al otro. El Apóstol Pablo en su carta exhorta así a los Galatas. “vosotros hermanos habéis sido llamados a la libertad, pero no tomeis esa libertad cual pretexto para vivir según la carne; antes al contrario servios unos a ogros por amor” Gal 5, 13
En su tratado Sobre la libertad Cristiana, Lutero hace justament3 suya esta idea, pro fue el famoso teólogo Tubingba Johan Adam Mühler, quien recogió espléndidamente el sentido eclesiológico de la cuestión con las las siguientes palabras. “Ahora bien, don extremos son posibles en la vida eclesiástica y los dos llevan por nombre egoísmo; que cada uno quiera serlo todo( alles), o que quiera ser uno solo. En este último caso el lazo de la unidad es tan estrecho y la caridad tan ardiente que no es posible evitar el sofoco; en el primer caso, todo se disgrega tanto y se hace tan frio, que es inevitable helarse. Un egoísmo engendra al otro; pero lo cierto es que ni uno sólo ni cada uno, deben pretender serlo todo. Sólo todos pueden serlo todo y sólo la Unidad de todos puede ser un todo. Tal es la idea de la Iglesia Católica.
Todo esto nos orienta hacia una Iglesia en la que las diferentes instancias y carismas colaboran interactuando abiertamente en el magisterio, por ejemplo, tienen un papel inalienable e insustituible, pero de la que no quedan exluidos el sentido y el consenso de los fieles, el proceso de recepción, la función del magisterio de los teólogos y sobre todo el testimonio de la liturgia. En el marco de una interacción de este tipo, la libertad del Espíritu no opera por fuera, sino desde dentro y mediante la comunión eclesial que es, al mismo tiempo, institución y acontecimiento carismático siempre nuevo.
Una visión de este tipo mantendría todas las posiciones católicas esenciales acerca del ministerio y del magisterio; al mismo tiempo, contestaría a las críticas formuladas por nuestros hermanos separados. En definitiva, esta visión nos reconduce al ecumenismo espiritual, puesto que nosotros no podemos “hacer u “organizar”” este tipo de comunión. La oración Veni Creator Spiritus es la respuesta última sobre cómo hay que recoger la exhortación del único Espíritu a superar el escándalo de la división. Sólo en el Espíritu podemos operar para que se actualice la oración del Señor en la víspera de su muerte. “Que todos sean uno” Jn 17,21
Maite.
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